martes, 6 de septiembre de 2016

LECCIÓN 3 - NUEVO NACIMIENTO Y NUEVA VIDA

Introducción:
Juan 3: 5- 6 Jesús le respondió: -Te aseguro que, si uno no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Todos nacen de padres humanos; pero los hijos de Dios sólo nacen del Espíritu.
El agua representa la palabra de Dios, y el Espíritu es Dios mismo.
Ahora vamos a prender los pasos para un nuevo nacimiento, como hijos e hijas de Dios. Esto explicó nuestro Señor Jesucristo cuando dijo que: era necesario que el grano de trigo cayera en tierra y muriera; para que naciera una nueva planta, una nueva vida, con buenos frutos.
Nosotros los cristianos debemos enterrar la vieja naturaleza, que está viciada de pecado, y nacer a la naturaleza divina de Dios, libres de pecado, para formar parte de su pueblo y entrar en su reino.

Mensaje: el nuevo nacimiento y la nueva vida:
Juan 1:12-13 Pero aquellos que aceptaron la palabra y creyeron en ella, llegaron a ser hijos de Dios. Son hijos de Dios por voluntad divina, no por voluntad humana.
Está, es una de las promesas más grandes que encontramos en la palabra de Dios; si creemos en nuestro Señor Jesucristo y en lo que él hizo en la cruz; obedeciendo sus mandamientos; esto nos lleva a ser hijos e hijas de Dios. 
Todos los seres humanos, somos creación de Dios; y para tener el privilegio de ser hijos de Dios, es necesario creer en su Hijo, en el sacrificio de la cruz y obedecer su palabra.
De estos tres requisitos depende nuestro nuevo nacimiento, nacimiento que nos permite ser, hijos e hijas de Dios con derechos como como tal.
Para experimentar el nuevo nacimiento y la nueva vida:
Debemos recibir a nuestro Señor Jesucristo como Señor de nuestra vida, creer en el sacrificio que él hizo en la cruz y obedecer sus mandamientos. Así podemos abandonar nuestra mala conducta y dejar de hacerle daño a nuestros semejantes. 
Juan 12:24 dice: Ustedes saben que el grano de trigo no produce nada, a menos que caiga en la tierra y muera. Y si muere, da una cosecha abundante.
La muerte expiatoria de nuestro Señor Jesucristo era necesaria, pues su muerte produciría una nueva vida.
Al igual que el grano de trigo, nosotros los cristianos, tenemos que morir a nuestra mala manera de vivir; no debemos darles gusto a los apetitos de la carne; debemos alejarnos del pecado, y morir a todo lo pecaminoso; para nacer a una nueva vida, libre de pecado; como corresponde a verdaderos hijos e hijas de Dios.

Al nacer de nuevo somos hijos e hijas de Dios:
Y como hijos de Dios, debemos vivir con nuestro Señor Jesucristo entronado en nuestro corazón; caminar con él, compartir con él, hablar con él, consultarle a él, y depender de él.  Pues él es nuestro amigo, nuestro confidente, nuestro consejero, nuestra guía, nuestro Padre.
Debemos amarle y permitirle que él reine en nuestra vida, que él gobierne nuestra existencia, y que haga los cambios que él quiera hacer en nuestra vida.
Debemos confiar en él, contarle nuestros problemas; suplicarle que nos ayude a morir a nuestra antigua y mala manera de vivir, o vieja naturaleza. Y que nos ayude a nacer, a la nueva naturaleza, “la naturaleza Divina”, libre de maldad y de pecado. Como corresponde a los hijos de Dios.
Cuando le obedecemos, él nos ayuda y nos guía; y a través de sus enseñanzas y de su Espíritu Santo, podemos hacer morir en nuestra vida, las obras de la carne.
En nuestro nuevo nacimiento
Vamos practicando el amor, la verdad, la justicia y la misericordia.
Antes que nuestro Señor Jesucristo nos rescatará; éramos gobernados por el príncipe de las tinieblas de este mundo; por eso, obedecíamos a los malos deseos de la carne que estaba viciada por el pecado.
Pero ahora que hemos nacido de nuevo, y practicamos las enseñanzas de nuestro precioso Padre, cambiamos de actitud frente al pecado, y nos convertimos en luz y esperanza para la humanidad.

Dios nos recuerda lo que hacíamos antes de conocerlo:
Cuando estábamos gobernados por el príncipe de las tinieblas de este mundo:
Gá. 5:19- 21 Algunos no éramos fieles en el matrimonio, practicábamos relaciones sexuales prohibidas, teníamos varios vicios, aceptábamos los malos pensamientos, adorábamos a dioses falsos, otros practicábamos la brujería, odiábamos a los demás, nos peleábamos entre sí, éramos celosos, nos enojábamos por todo, éramos egoístas, discutíamos por cualquier cosa, causábamos divisiones, éramos envidiosos, nos emborrachábamos y cometíamos locuras y hacíamos cosas malas, éramos rebeldes y crueles. Etc.


Romanos. 1:29-31 Éramos injustos, malvados, codiciosos, tramposos, chismosos, asesinos, hablábamos mal de los demás, no respetábamos a Dios, éramos insolentes, nos creíamos muy importantes, no obedecíamos a nuestros padres, no queríamos aprender la verdad. Y todo esto no nos dejaba entrar al reino de Dios.
Hermanos, y amigos:
Sí estas cosas, que hemos enumerado, no han desaparecido de nuestra vida; son la evidencia, de que no hemos muerto al pecado, y mucho menos hemos nacido de nuevo; no hemos muerto a nuestra vieja naturaleza y estamos viviendo una vida de falsa religiosidad. Muy engañados por el mismo satanás.

¿Cómo sabemos que hemos nacido de nuevo?
Gálatas 5:22 El espíritu de Dios nos hace amar a los demás, y estar siempre alegres, y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, 23 ser humildes, y saber controlar nuestros malos deseos.


Pablo aconseja para dar evidencias del nuevo nacimiento:
Col. 3:12-15 Dios los ama mucho a ustedes, y los ha elegido para que formen parte de su pueblo. Por eso, vivan como se espera de ustedes: amen a los demás, sean buenos, humildes, amables y pacientes. Sean tolerantes los unos con los otros, y si alguien tiene alguna queja contra otro, perdónense, así como Cristo los ha perdonado a ustedes. Y sobre todo ámense unos a otros, porque el amor es el mejor lazo de unión. Ustedes fueron llamados a formar un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Dejen que la paz de Cristo gobierne sus corazones, y sean agradecidos.

Este nuevo nacimiento nos hace entrar a formar parte de la familia de Dios; y Dios es nuestro Padre.  Ahora tenemos una nueva vida, La vida de nuestro Señor Jesucristo; ésta es, la vida en plenitud. La vida abundante, la nueva vida, producida por el nuevo nacimiento. Ahora si le podemos pedir a nuestro Padre, y él nos dará lo que necesitamos.

¿Qué entendemos por nuevo nacimiento?
Que hemos crucificado la carne juntamente con sus pasiones y pecados; ahora escuchamos y obedecemos los mandatos de nuestro Padre; le recibimos sus consejos y los ponemos en práctica.
Recordemos que cuando una persona, recibe a nuestro Señor Jesucristo y le obedece; inmediatamente pasa a ser hijo de Dios. Y pasa a ser parte de la familia de Dios, parte de la nación santa, del pueblo adquirido por Dios, para anunciar las Buenas noticias de salvación. 

El Espíritu Santo, nos ayuda a nacer de nuevo:
1ª, de Pedro. 1:3-5   Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha hecho nacer de nuevo, y nos ha dado una vida con esperanza. Esto lo ha hecho Dios por su gran amor hacia nosotros y por el poder que mostró cuando resucitó a Jesucristo de entre los muertos

Debemos bendecir siempre a Dios, por lo que él hizo por nosotros mediante nuestro Señor Jesucristo en la cruz. Nuestra esperanza está en su misericordia, ya que fuimos trasplantados de la herencia de Adán a la herencia de Dios; y fuimos resucitados con Cristo, quién nos permite vivir una nueva viva, santa y pura. Ro. 6:3-5 Ustedes bien saben que, por medio del bautismo, nos hemos unido a Cristo en su muerte, 4 Al ser bautizados, morimos y somos sepultados con él; pero morimos para nacer a una vida totalmente diferente. Eso mismo pasó con Jesús, cuando Dios el Padre lo resucitó con gran poder. 5 Si al bautizarnos participamos en la muerte de Cristo, también participaremos de una nueva vida.
1ª. Pedro. 1:4 y de que nos dará todo lo que nos ha prometido y que tiene guardado en el cielo. Lo que nos ha prometido no puede destruirse ni mancharse, ni marchitarse.
Como hijos engendrados de Dios, somos herederos de Dios y coherederos con su Hijo: Ro. 8:17 Y como somos sus hijos, tenemos derecho a todo lo bueno que él ha preparado para nosotros. Todo esto lo compartiremos con Cristo. Y si de alguna manera sufrimos como él sufrió, seguramente también compartiremos con él la honra que recibirá.

1ª. Pedro 1:5 Ustedes confían en Dios, y por eso él los protege con su poder, para que puedan ser salvados tal y como está planeado para los últimos tiempos. 
Cuando nuestra fe está arraigada siempre en nuestro Señor Jesucristo y en la cruz; Dios nos protege con su Santísimo Espíritu, quien ejerce su poder a nuestra parte.

Ro.6:5 Si al bautizarnos participamos en la muerte de Cristo, también participaremos de una nueva vida.
La obediencia a las leyes divinas nos permite empezar a gozar, y disfrutar de esta herencia desde ahora, sí, es que creemos y le obedecemos a Dios.
Si ponemos en práctica sus santas enseñanzas, tendremos la compañía de nuestro Padre celestial; todos los días de nuestra existencia, a través del Espíritu Santo, y el éxito en todo lo que emprendamos, gracias a la obra maravillosa de nuestro Señor Jesucristo en la cruz. Él dijo he aquí yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo.

Siendo hijos de Dios, nada nos puede arrebatar de sus manos.
Juan. 10:28-30 y yo les doy vida eterna; nadie me los quitará, Dios mi Padre me los ha dado; él es más poderoso que todos, y nadie puede quitárselos,  Mi Padre y yo somos uno solo.
Otra promesa de gran magnitud, el creyente jamás debe temer que Dios cambiará de opinión. Sólo el mismo creyente puede quitarse de su poderosa mano, lamentablemente mucho lo han hecho.
Al recibir y creer en nuestro Señor Jesucristo, obedeciéndole en todo. Obtenemos el derecho de nacer de nuevo y ser llamados hijos de Dios, y el seguro de vida universal e inmortal. Porque nos sirve en esta vida y en la vida venidera.

Conclusión:
Sin la obediencia a los mandamientos de Dios, no podemos obtener nada, de parte del Él; menos llegar a ser sus hijos. Si obedecemos sus mandamientos, le estamos demostrando amor y respeto a Dios nuestro Padre. Y estaremos seguros, que, desde ya, y al partir al más allá, estaremos unidos con el Todopoderoso por la eternidad. Amén.
Mira las cosas del mundo, de manera que cuando se te presenten, el Dios a quien perteneces te librará de ellas. Hasta aquí él te ha guardado; lo que tú tienes que hacer es agarrarte apretadamente a su mano, y Él te guiará sin peligro por medio de todas las cosas, y cuando no puedas tenerte en pie, Él te llevará en sus brazos.

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